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La comunicación efectiva es definida como una forma de comunicación, que logra que quien transmite el mensaje lo haga de modo claro y comprensible para el receptor, sin que genere confusión, dudas o malas interpretaciones. Pero para que la comunicación sea efectiva, el mensaje que se envía debe llegar al interlocutor de la manera más similar posible a la idea que quiso expresarse. Ello implica el conocer las características de la personalidad y de la cultura del receptor, y para ello el liderazgo juega un papel preponderante.

Por lo general, cuando asumimos cargos que impliquen el uso y la puesta en práctica del liderazgo, debemos mantener las vías de comunicación abiertas, desde dos perspectivas importantes: la intrínseca (yo escucho y entiendo) y la extrínseca (me hago escuchar y me hago entender). Ambas son importantes, y en ambas se requiere en muchos casos un esfuerzo extra dependiendo de la situación.

Afortunadamente la ciencia ha hecho grandes avances en el campo de la comunicación humana, por lo que la comunicación afectiva se ha visto enriquecida por parámetros científicos que han mejorado notablemente el desenvolvimiento de los grandes líderes. Uno de los más importantes es la Regla Mehrabian, que estipula que el mensaje que logramos comunicar a nuestro público proviene en 55% del lenguaje corporal; el 38% del lenguaje paraverbal que está relacionado con la voz, el tono y la entonación; y únicamente el 7% del lenguaje verbal, es decir, de las palabras; lo que implica que nuestro lenguaje corporal tiene un peso significativo de mayor envergadura que debemos tomar en cuenta a la hora de comunicarnos.

Pero si de hablar en público se trata, los porcentajes cambian, pues es un tipo de comunicación colectiva que exige otras competencias, y que, de acuerdo con los últimos avances de la psicolingüística, requieren de un mayor impacto visual y cognoscitivo, como lo establece la siguiente gráfica:

Hay que dejar claro que un elemento clave en la comunicación eficaz es la disposición a escuchar al otro. No podemos pretender, así tengamos la razón, que los demás acaten instrucciones, cual órdenes, sin que los mismos sean escuchados. Es lo que Torralba (2009) menciona cuando afirma que “El escuchar no es pura pasividad. Es saber situarse al margen, ejercitar la discreción, ser receptivo hacia los demás. Si no abrimos al máximo nuestros espíritus, creando el espacio para que la maravilla que nos rodea transforme nuestro ser, seremos incapaces de crecer”

Referencias
Torralba, F. (2009). El arte de saber escuchar. Milenio: España.